mercredi 14 décembre 2011

Tener fé es subir el primer escalón, incluso cuando no alcanzamos a ver la escalera (Martin Luther King)

Cuando volvía del café por las noches, me solía encontrar a Eucaliptus esperándome al lado de la puerta. Eucaliptus solía ayudarme con las compras que mi abuela me mandaba, y yo le dejaba apoyarse en mí para subir las escaleras hasta el cuarto piso. 

En verdad nadie se acuerda de cuando empezamos a llamarlo así, estoy hablando de Eucaliptus. Tampoco somos muchos los que nos acordabamos su verdadero nombre, pero lo si recuerdo con lucidez es que Eucaliptus era el chico mas serviable que nunca conocí. Pequeño, nunca aparentaba su edad, Eucaliptus sabía sorprendernos con sabias palabras cada vez que necesitabamos oirlas. Todo un cinéfilo y un gran melomano para su edad, fué gracias a él que empezé a interesarme a la música y a llegar donde estoy~ Pero eso ya es otro cuento.

No sé cuando fué la última vez que le hablé. O cuando empezamos a alejarnos, hasta acabar por perder contacto, pero en esa epoca ya sabía yo que su cara me sería inolvidable; y que por mucho que la rueda daba vueltas; volveriamos a encontrarnos. Solo era una cuestión de tiempo

Lo que me llamó la atención cuando -varios años depues- accepté acompañarlo a su casa, era esa insistencia en pulsar el botón de la luz demasiadas veces, y esa mania -o eso pensaba yo- en seguir apoyandose en mí par subir las escaleras. Nada había cambiado en él. Seguía teniendo esa mirada ausente acompañada de gestos furtivos y un andar rápido. Si no te fijas te acaba despistando, me solía decir la abuela.

En su rostro se podían leer en algunas arrugas el paso del tiempo, pero no había perdido la costumbre de contarle a la gente lo que le gustaba oir. El arte del "saber hablar", y aun mas precioso el arte del "saber escuchar". El tenía el primero, yo me contentaba del segundo. 

Escuché. No hablé, no interrumpí, ni me asombré -la vida ya me había prevenido en cuanto a la especie humana- y yo se lo debía. Me contó que él tuvo un hermano; hace mucho tiempo. Me explicó tambien que una noche, cuando volvian a casa juntos, vió como unos tipos apuñalaron a su hermano en la oscuridad de las escaleras, y el miedo que sintió desde ese entonces: él era pequeño y había conseguido esconderse sin hacer ruido, pero aún recordaba los gritos, el brillo de la lama del cuchillo que debieron de utilizar.. El miedo que sintió, y sobre todo, la incapacidad de reaccionar; todo eso que aun no había superado y que no estaba preparado a perdonarse, no le permitía vivir tranquilo.

Eucaliptus me agradeció mi silencio, y volvimos a hablar de los viejos tiempos como si esas confidencias nunca fueron dichas~ y es que yo no tenía porqué saberlo. Todos tenemos nuestros miedos y nuestros secretos en la vida, aprender a vivir con ellos no pasa obligatoriamente por tener que compartirlos. 

Pero vivir con ellos conlleva acceptarlos, enfrentarse a ellos. 

Eucaliptus me acompañó hasta la puerta de entrada. Me saludó y se fué. Esperé un poco antes de irme, pero no ví ninguna luz encenderse en el pasillo. Cuando ya pensaba subir conseguí distinguir una silueta en las escaleras. Nunca supe si era él o no. Los miedos son propios, y uno tiene que aprender a afrontarlos solo...




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